miércoles, 16 de diciembre de 2015

Acebo y Muérdago


Estas dos plantas típicas de la Navidad, a veces nos llevan a confusión y no sabemos cual es cual. Las dos son muy bonitas, pero distintas entre sí, la diferencia principal podría ser que: El acebo tiene los frutos rojos y el muérdago tiene los frutos blancos. 

La costumbre de colgar muérdago en las puertas y besar a quien se encuentre debajo está asociada a una serie de interpretaciones de las tradiciones celtas que consideraban esta planta como portadora de la buena fortuna y la fertilidad.
Pero, ya en la Edad media, los cristianos consideraron demasiado pagano este adorno y su simbología celta y lo cambiaron por el acebo…pero no variaron la costumbre del beso, está claro que sea con muérdago o con acebo, lo de los besos, gustaba a todo el mundo. Además también introdujeron una tendencia decorativa, haciendo que el color verde y el color rojo se consideraran típicos de la Navidad.
El acebo, hoy en día, es una especie protegida, porque cuando se comenzó a utilizarlo como adorno navideño, lo hicieron con abuso y ahora ya casi no queda. Por lo tanto, no se puede cortar a cebo natural.
Como curiosidad, el arbusto crece en zonas de barrancos y bosques de hayas y robles y pueden llegar a alcanzar los cien años. Sus frutos son rojos para poder ser vistos  en entornos nevados por los pájaros. Son un aviso visual, ideado a la perfección por la naturaleza.
El muérdago es, teóricamente, la verdadera planta mágica navideña. Esta especie no está en peligro de extinción, crece en la corteza de los robles, sin raíces, ya que es una planta parásita, y es la que dió lugar a todas las leyendas.
Destaca una, la del dios celta Balder, que dice así:
“La leyenda del beso debajo del muérdago nos llega de mano del dios de la paz, Balder, este fue herido y muerto por una flecha de muérdago, esto entristeció mucho al resto de los dioses, que conmovidos por los llantos de la amada de Balder, le restituyeron la vida para que continuase eternamente con su amor. Por ello, en tributo a esta pasión sin fin, Balder ordenó que cada vez que una pareja enamorada pasase por debajo de una rama de muérdago, se besasen para perpetuar su amor”.

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