No te enamores de una persona curiosa.
Querrá saber quién eres, de dónde vienes, como es tu familia.
Mirará todas tus fotografías y leerá todos tus poemas.
Vendrá a cenar y a hablar con tu madre acerca de cómo su curiosidad le ha enseñado cosas muy útiles.
Te pedirá que explotes cuando estés enfadado y que llores cuando estás herido.
Te preguntará que significa esa ceja levantada.
Querrá saber tu comida favorita, tu color favorito, tu persona favorita.
Te preguntará por qué.
Va a comprar esa cámara que te gustó, prestará atención a ese grupo que amas por si hay concierto cerca, te llevará esa camiseta con la que le sonreíste alguna vez.
Aprenderá a cocinar tus comidas favoritas.
Los curiosos no se conforman con el exterior, desean el interior.
Ellos quieren lo que te hace pesado, lo que te hace sentir incómodo, lo que te hace gritar de alegría, ira, y de angustia.
Su piel se convertirá en páginas en las que aprenderás a derramar tu ser.